María de Jesús Rengifo es maestra del colegio San Francisco en Ciudad Bolívar y recientemente formó parte del grupo de finalistas de los premios Compartir 2019. Ella lidera hace más de 15 años un proyecto en el que por medio de la danza trabaja en contra de la discriminación.
‘Maruja’, como le dicen cariñosamente sus alumnos, cree firmemente haber encontrado a través de la danza una manera de generar nuevos espacios de reconocimiento y aceptación entre sus alumnos.
Todo comenzó en el año 2003, cuando al colegio San Francisco de la localidad de Ciudad Bolívar comenzaron a llegar alumnos sordos. Ni ella ni tampoco ninguno de sus compañeros docentes estaban preparados para adelantar un proceso pedagógico apropiado para los recién llegados.
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En lo que tiene que ver con lo estrictamente académico, se llegó a un nuevo modelo de educación inclusivo. Sin embargo, en materia de convivencia las personas con discapacidad auditiva enfrentaron la burla, la discriminación y el maltrato por parte de sus compañeros.
Al comienzo no fue fácil. La única herramienta tecnológica disponible era una grabadora sobre la que ‘Maruja’ hacía que cada uno de los estudiantes sordos pusiera sus manos y, de esta manera, lograban identificar los diferentes ritmos musicales. Poco a poco, y apoyándose en una intérprete de lenguaje de señas, fue dando forma a la clase de danza que lucha contra la discriminación, proyecto que este año le valió ser finalista de los Premios Compartir.
Los resultados le fueron dando la razón y el apoyo aumentó. Hoy en día, el colegio cuenta con un equipo de sonido, y parlantes ubicados a diferentes alturas que permiten que los alumnos sordos sientan el ritmo de diferentes maneras.
Todo comienza por casa
Pero su proyecto va mucho más allá de la inclusión de estudiantes sordos en las clases de danza. Si bien ese fue el comienzo. Luego, con la llegada de niños y niñas afrocolombianos, comenzó a ser testigo de conductas racistas, algo que ella misma vivió cuando era niña.
Su próximo objetivo fue erradicar descalificativos como simio, chocolate o ‘mono’. De esa forma, inició su ‘lucha frontal’ contra el racismo y la discriminación.
“En alguna oportunidad tuve un padre de familia que vino a reclamarme por qué su hijo tenía que bailar y tener contacto con una niña que era sorda. Pues resulta que el niño se salía de clase y no le importaba si perdía la materia y el papá lo defendía. Se nota que el ejemplo que el niño recibía en su casa era negativo, al punto que el niño no quería ni tocar a la niña sorda”, dice ‘Maruja’.
Hoy en día, inicia sus periodos académicos motivando a los niños a que hagan una investigación en casa acerca de cuál es el origen de su familia.
“Lo primero que busco es que cada uno de mis estudiantes se autoreconozca y acepte sus orígenes y raíces culturales. Deben sentirse orgullosos de ser quien son, de sus raíces y de su identidad”.
El siguiente paso es la socialización que hace cada uno de ellos ante el curso. “Contar su historia ante todos fortalece el proceso educativo. Me he dado cuenta que cuando entienden que hay personas diferentes a ellos mismos es más fácil lograr que acepten a los demás”, concluye Rengifo.