El Consejo Distrital de Patrimonio Cultural dio un concepto positivo para la declaratoria de las estructuras funerarias Columbarios del denominado Globo A del Cementerio Central de la capital, como Bien de Interés Cultural Distrital (BICD). Un reconocimiento a los procesos históricos del espacio y sus valores patrimoniales.
Con el propósito de que este lugar se reintegre con las dinámicas urbanas, las activaciones que se llevarán a cabo buscan vincular de manera orgánica los Columbarios, un espacio de la ciudad fundamental para reconocer y honrar las memorias de poblaciones vulnerables e históricamente marginadas que fueron enterradas allí, con su entorno vecinal y con lugares adyacentes como el parque Renacimiento, el Centro de Memoria Paz y Reconciliación y el resto del complejo funerario, donde el patrimonio se expresa de manera integral a través de sus edificaciones, de la recreación de rituales cotidianos y de oficios tradicionales.
Sobre los columbarios del Cementerio Central
El Cementerio Central de Bogotá empezó a funcionar en 1836 y tres décadas después, en su costado occidental, se inició la construcción de las primeras bóvedas funerarias conocidas como Torreón Padilla, que serían demolidas entre 1891 y 1896. No obstante, las inhumaciones en tierra continuaron hasta que fueron construidos los actuales columbarios entre 1947 y 1956. Este lugar, llamado desde su constitución como Cementerio de Pobres dado que acogió los restos mortales de un amplio segmento poblacional de escasos recursos económicos, contrastaba notablemente con el carácter monumental de la elipse central, espacio consagrado como símbolo de la memoria oficial de la nación.
#Columbariosparaelbuenvivir
— Patrimonio Cultural (@Patrimoniobta) September 10, 2020
Los columbarios del Cementerio Central son un sitio obligado de visita para aquellos que quieran reflexionar sobre el duelo en un país en busca de la paz.
Ahora Bogotá tendrá un lugar de reflexión colectiva sobre el conflicto, la muerte y la paz. pic.twitter.com/AzS8QgxeUM
En el año 2000, tras cinco décadas de haber sido el lugar de inhumación destinado a las personas más pobres, los columbarios se clausuraron y los cuerpos que allí reposaban fueron retirados para dar paso a la ejecución de los proyectos urbanísticos dispuestos en el Plan de Ordenamiento Territorial adoptado entonces por la ciudad.
Es importante anotar que esta medida produjo una crisis funeraria, que fue registrada por la prensa nacional, por cuanto miles de personas perdieron la opción de acceder a un espacio de bajo costo para la inhumación de sus muertos. Tras lo anterior, en 2009 y con el objetivo de hacer visible el impacto de las masacres que venían ocurriendo en el país a causa de la violencia del conflicto armado, la artista Beatriz González intervino los columbarios con la obra Auras Anónimas: una declaración en contra del olvido de las memorias de las víctimas de la guerra reciente y de sus duelos truncados.
Por estas razones, los columbarios no solamente expresan un intento por tramitar las memorias de la violencia y los duelos asociados a esta en un contexto de guerra inacabada, sino que se constituyen en un elemento fundamental para resituar el lugar político e histórico de las poblaciones que moraron en sus nichos; en este sentido, tienen la potencialidad de operar como detonantes del reconocimiento de las violencias históricas ejercidas no solo sobre la vida sino también sobre la muerte.
Actualmente, a partir de la puesta en valor tanto de las tramas simbólicas que confluyen en los columbarios, como de su carácter testimonial para la memoria de la ciudad, el Instituto busca reintegrar este espacio con las dinámicas urbanas transformándolo en un lugar que interpele las memorias de la ciudad a través de su reapropiación colectiva.