A pocos metros de la autopista norte con calle 223 se ubica el Centro de Fauna Silvestre del Instituto Distrital de Protección Animal, el lugar considerado como el primer santuario del país, dedicado a recibir animales silvestres que han sido víctimas de tráfico o tenencia ilegal, para brindarles la atención médica, biológica y nutricional que necesitan para rehabilitarse y volver a su hábitat natural.
Allí trabaja un completo equipo de 20 personas entre las que se encuentran especialistas en biología, zootecnia y veterinaria, estudiantes de la Universidad de Ciencias Aplicadas Ambientales, UDCA, así como cuidadores con vocación que aman a los animales, proveen alimentación a las especies y mantienen el lugar en condiciones óptimas de sanidad.
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Queremos que conozcas detalles de la labor de rehabilitación de animales que se realiza en este lugar y para ello, acompañamos en una jornada de trabajo a Johanna Izquierdo, bióloga y coordinadora del área de fauna silvestre del Instituto. Conoce su historia y ayúdanos a mantener a los animales silvestres libres y en su hábitat natural.
El vínculo de Johanna con los animales surgió en su niñez, su padre pertenece a la etnia colombiana de los Arhuacos y gracias a él aprendió a establecer una relación sagrada, de respeto y unidad con la naturaleza.
Estudió biología en la Universidad Javeriana, en la actualidad realiza una maestría en gestión ambiental y su tesis analiza la dinámica del tráfico ilegal en Colombia y la contrasta con el comportamiento de este fenómeno que también se da en la capital.
“Los animales más que un recurso biológico, son seres sintientes que necesitan ser protegidos y respetados en su hábitat natural. Son maestros que nos enseñan virtudes como pertenecer a la naturaleza en lugar poseerla. Mi vínculo con ellos radica en la necesidad de librarlos de la indolencia y egoísmo del ser humano”.
Lleva cinco años trabajando en el Centro de Fauna, de lunes a lunes es el tiempo que dedica a coordinar y brindar atención a los animales silvestres que fueron presa de maltrato físico y emocional.
Asegura que las especies más frecuentes de tráfico que ingresan a rehabilitación son: el Perico bronceado (Brotogeris jugularis), los canarios costeños (Sicalis flaveola), el loro real (Amazona ochrocephala), y le siguen reptiles como las Tortugas morrocoy (Chelonoidis carbonarius).
Todos los días ingresan animales al Centro de Fauna, en la actualidad se encuentran en proceso de recuperación 744 especies y el promedio de arribo mensual está entre las 180 y 200 especies.
Romper el vínculo con el ser humano es el mayor reto del equipo para rehabilitar los animales
Desde su experiencia, Johanna asegura que el daño más grande que sufren los animales silvestres cuando se extraen de su medio natural es mental. Forzarlos a estar con los seres humanos e incluso maltratarlos les genera secuelas físicas y emocionales que, en muchos casos, son irreversibles e irreparables.
El trabajo en el Centro de Fauna es arduo e integral y sin embargo solo las especies más fuertes, que logran superar todas las etapas clínicas, de comportamiento y nutrición, son aquellas que tienen mayor posibilidad de regresar a la libertad.
Los daños más comunes en las especies son las alteraciones osteomusculares por golpes, traumas, afectación en el sistema respiratorio, debido a que algunos animales provienen de otros lugares de Colombia ubicados en tierras bajas y la altura de la capital les afecta, y otros presentan daños gastrointestinales por mala alimentación y deshidratación.
“La importancia del Centro de Fauna Silvestre radica en que es único lugar en el que los animales silvestres, víctimas de tráfico, encuentran una segunda oportunidad de vida”, asegura la bióloga y a su vez recalca que la mejor manera de mitigar este flagelo es sensibilizar a las personas frente al dolor de los animales, a través de la educación y la promoción del cambio cultural, para evitar la comercialización y maltrato.
Así es el proceso de ingreso y rehabilitación
Al Centro de Fauna no solo ingresan animales víctimas de tráfico ilegal, sino que también y gracias a la denuncia ciudadana a través de la Línea 123, se recibe fauna nativa de Bogotá como las zarigüeyas, zorros cangrejeros e incluso aves migratorias como la tingua azul, que han sufrido accidentes o han sido víctimas de tenencia ilegal, es decir de personas que quieren domesticarlas.
Una vez el equipo de Secretaría de Ambiente lleva a los animales al Centro de Fauna, estos pasan por la zona de arribo, lugar en el que el Johanna y su equipo estabilizan emocionalmente a los animales e incluso hacen uso de herramientas naturales como la aromaterapia para tranquilizarlos.
Luego se hace el registro de los animales en una base de datos que contiene información de procedencia, estado físico, anomalías y descripción de la alimentación que recibían, entre otra información que sirve para estructurar la hoja de vida o historia clínica de cada especie.
El tercer paso es pasar por el consultorio médico en el que los veterinarios hacen un chequeo exhaustivo de las condiciones físicas y estado de salud del animal, toman medidas, peso, determinan el comportamiento de los animales y definen las condiciones de su estadía para el proceso de recuperación.
Los casos más graves se direccionan de inmediato a la Unidad de Cuidados Intensivos en donde los animales reciben asistencia clínica especializada, tal como se brindaría a un ser humano en un hospital, y luego cada especie es remitida a las áreas de cuarentena para aves, reptiles y mamíferos, en donde permanecen aislados de 30 a 90 días para garantizar que no tengan alguna enfermedad que pueda afectar a otras especies que se alojan allí.
Una vez superado el tiempo de aislamiento, inicia el proceso de socialización y fase final de rehabilitación de cada especie, donde se evita el contacto con los humanos para que la adaptación a la vida silvestre sea lo más natural posible y se toman exámenes médicos y análisis que ayudan a determinar el lugar geográfico adecuado para liberar a cada especie.
El programa de enriquecimiento ambiental es parte de la atención integral
La labor de Johanna y todo el equipo del Centro de Fauna no solo se centra la rehabilitación y bienestar físico de los animales, sino también en la salud mental, emocional, nutricional y de comportamiento, debido a que esto determina la posibilidad de liberar a cada especie y que puedan sobrevivir por sí solas.
Hay casos de aves que, por ejemplo, debido a largos años de cautiverio no saben que pueden volar o no han escuchado el canto de otras aves. Es allí cuando el equipo de biólogos se encarga de estimular comportamientos naturales, a través de ejercicios como el uso de dispositivos digitales para reproducir sonidos de otras especies y que estas al oírlas aprendan a identificar otras vocalizaciones.
A su vez, analizan las reacciones y el comportamiento de cada animal frente a estos estímulos.
En cuanto al tema nutricional, el equipo se asegura de encontrar maneras novedosas para estimular comportamientos naturales en los animales, construyen herramientas como rollos de heno que contienen en su interior insectos, cubren cilindros de cartón con miel y mixturas de semillas, hacen helados de frutas y vegetales o ubican trozos de corteza de árboles que ayudan a que los animales exploren y salgan de la rutina.
También se valen de cuerdas o hamacas, así como de semillas que ubican en cada área para que los animales desarrollen habilidades naturales como reconocimiento de alimentos, identificación de predadores, de refugio y supervivencia, aspectos vitales que determinan que los animales puedan sobrevivir por sí solos una vez se liberen.
La invitación de Johanna Izquierdo como bióloga y ciudadana es a que ayudemos a los animales dejándolos tranquilos y en sus lugares naturales, así como proteger y respetar los ecosistemas.
Aunque podría pensarse que recibir a diario a tantos animales víctimas de tráfico genera una coraza emocional, a Johanna no deja de sorprenderle que la crueldad animal sea una realidad. Muchos casos le han sacado lágrimas y a su vez la impulsan a seguir trabajando por el bienestar animal.