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Papás Creativos, niños más felices: El Cesto de los Regaños
Después de haber atendido a 35 pacientes en el consultorio, Arturo abrió la puerta del apartamento. Los desesperados gritos de su esposa lo recibieron cálidamente. Sofía, su niña de 4 años, corría por la sala con la piyama a medio poner.“¡Yo ya no sé qué hacer con Sofía, gordo! No quiere hacer caso, ahora le dio por dejar tirada la ropa”.
Arturo respiró hondo. Sofía pasaba de un asiento a otro como si se tratara de un adolescente haciendo parkour. “Sofi, ¿me regalas un abrazo?”. “Si me atlapas”, dijo la pequeña huyendo por el corredor. “Dile algo tú porque yo termino peleando con ella”, dijo su esposa. Arturo dejó su maletín en un asiento y se desató el nudo de la corbata.
Llegó hasta el cuarto. “¿Por qué no has recogido tu ropa?”. “Polque no quielo”, respondió acostada agarrándose los pies. Arturo respiró de nuevo. Fue hasta la cocina. Su esposa estaba calentando la comida. Tomó el canasto de la ropa sucia. “No le vas a recoger a esa niña la ropa porque la malacostumbras”.
“No le voy a recoger nada, voy a jugar con ella”. “Estas ya no son horas de jugar”, dijo su esposa probando la sopa con una cuchara de palo.
“¡Sofi, vamos a jugar!”. La niña se quedó sentada, escuchando con atención. “Pero antes me saludas con un beso”. Sofi saltó y lo abrazó. “Haz una bola con las medias que están ahí tiradas. Si la lanzas y logras meterla en esta canasta de ropa, yo te doy un beso ruidoso en la panza”. Sofi hizo rápidamente una bolita, la envolvió y la lanzó.
El tiro iba desviado, pero Arturo se esforzó a fondo para que lograra hacer cesta. Luego, la niña hizo una bolita con su camiseta y otra con los cucos. Todas las encestó Sofi con cierta ayuda de su papá.
Cuando su esposa entró al cuarto de Sofi, no había ropa en el piso y su esposo la hacía carcajear haciéndole cosquillas y ruidos en la pancita.
“Bueno, señorita, dijo Arturo, suficiente juego por hoy; mañana le echas un partido de “Canasto” a tu mamá, y si ella encesta, tú le das besos en el estómago”. Su esposa sonrió por primera vez en la noche.
Mientras Arturo tomaba una sopa caliente, Sofi se dormía después de escuchar a su mamá decir: “Había una vez un cerdito...”.
Por: Fernando Escobar Borrero Escritor, conferencista y creativo.Correo electrónico: papascreativos@gmail.com
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(Este escrito fue publicado en el diario El Tiempo)
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