El Bogotazo: un día que transformó a una ciudad

9·ABR·2019
La Carrera Séptima con Avenida Jiménez cumple cada año una cita con la memoria del país
Foto de la escultura verde de un niño, al fondo hay varios edificios de colores
Bogotá - foto: Pixabay

Únete a nuestro canal de noticias en WhatsApp

La Carrera Séptima con Avenida Jiménez cumple cada año una cita con la memoria del país. Sobre lo que ahí sucedió se han escrito libros, se han filmado películas, se dictan cátedras y aún hoy, es un tema de tertulias y especulaciones. ¿Qué pasó? ¿Qué habría pasado si no hubiera sucedido? El Bogotazo no solo fue un incidente violento; también definió la identidad de Colombia.

El hecho

Aunque el cuento se ha narrado millones de veces y el final  siempre será el mismo, no deja de asombrar a propios y extranjeros: el 9 de abril de 1948, un joven abogado salía de su oficina en el edificio Agustín Nieto rumbo al Hotel Continental. Minutos antes un grupo de amigos, cuyos nombres quedaron para el registro de aquel día, Jorge Padilla, Alejandro Vallejo, Pedro Eliseo Cruz y Plinio Mendoza Neira, llegaron con la intención de agasajar a aquel hombre que venía erigiéndose como una prominente figura pública.

Abogado de la Universidad Nacional, graduado con los más altos honores de la Universidad de Roma, penalista y político liberal que por entonces se encontraba disputando la Presidencia de la República, Jorge Eliécer Gaitán, tenía motivos para celebrar ese día: hace poco había ganado un caso a favor del teniente del ejército, Jesús Cortés Poveda, quien tiempo atrás había asesinado a tiros a Eudoro Galarza Ossa, un periodista manizalita, director de la Voz de Caldas.

La razón: el comunicador se negó a rectificar una información publicada por el diario en el que el militar era acusado de maltratar a sus tropas. Vale mencionar que Galarza fue el primer periodista asesinado en ejercicio de su profesión en la historia del país. La defensa de Gaitán fue tan efectiva que logró la absolución del militar en la madrugada del día de su muerte.
Aquel mediodía de 1948, Plinio Mendoza tomó el brazo de Gaitán. “Jorge Eliécer, lo que tengo que decirte es muy breve”, le dijo antes de que notaran que Juan Roa Sierra, un joven del barrio Ricaurte, les apuntaba con un revólver. Apurado, el abogado liberal alcanzó a reaccionar tratando de correr de vuelta al edificio. Fue demasiado tarde: tres balas lo impactaron; dos en la espalda y una en la cabeza, hiriéndolo gravemente. Luego de sacudirse del shock, sus amigos lo subieron a un vehículo y tomaron camino a la Clínica Central. Allí, poco tiempo después, perecería.

Lo que pasó después fue una avalancha de caos, dolor y miseria. La radio, gran protagonista ese día, no demoró en difundir la noticia. La zona del incidente tenía varias estaciones cerca lo que permitió que la noticia les llegara con prontitud, así, Radio Nueva Granada, empezó a emitir música fúnebre y locutores exacerbados invitaban a la gente al caos, cosa que efectivamente sucedió: saqueos, matanzas, incendios, gran destrucción del espacio público dejaron casi 150 casas destruidas y, mal calculados, alrededor de 2.500 muertos. Fueron  72 horas implacables  que hoy conocemos como el Bogotazo.

Luego de disparar, Roa salió corriendo mientras se oía a la gente gritar ¡Mataron al doctor Gaitán! Un dragoneante de la policía llamado Carlos Jiménez le cortó el paso. El asesino, sin mayor resistencia, entregó el arma. Luego de ser capturado, el uniformado se encerró junto a él tras las rejas de la droguería Granada; una vez ahí, cuando fue interrogado por las razones de su acción aquel bogotano, que moriría minutos después linchado por la turba furiosa, respondería una frase que encriptaría para siempre la identidad de los autores intelectuales del hecho “No puedo, son cosas poderosas que no puedo decir".

La evolución de una urbe

Lo cierto es que después de aquel día Colombia, y en especial Bogotá, no volvieron a ser las mismas. Sin embargo, no hay que malinterpretar al ‘Bogotazo’, como un borrón instantáneo que convirtió una aldea en la metrópoli que conocemos actualmente. Antes de que sucedieran los acontecimientos del 9 de abril,  la capital de Colombia venía sufriendo transformaciones significativas en su entorno como el cambio en el diseño arquitectónico colonial de las casas al aceptar influencias de Italia e Inglaterra.

No obstante, aquel 9 de abril,  fue un quiebre  en la renovación urbanística de la ciudad. Calles y construcciones destruidas dieron pie a acelerar el impulso de una tendencia  en la  demolición de inmuebles que existían desde la época de la colonia para dar paso al auge de la construcción de nuevas estructuras. Hasta entonces la capital crecía de forma lineal. El aumento demográfico de los años treinta y el mejoramiento de oportunidades laborales para la población hizo que el centro de la ciudad, donde antes convivían a la par las clases altas y bajas de aquellos años, dejara de ser atractivo  para  estas últimas empujándolas  a emigrar hacia el norte. 

Entonces, los barrios dispersos se conectaban por el tranvía, luego reemplazado por buses de gasolina, y caminos coloniales. La Gobernación de Cundinamarca, el Palacio de San Carlos y la Nunciatura Apostólica, entre otras edificaciones de la ‘vieja Bogotá’, fueron destruidas en los disturbios. En los días que siguieron a la masacre, las medidas para reconstruir a la capital incluyeron ampliar las calles del centro, abrir nuevas avenidas y demoler viejas  casonas.

El decreto  1370 del 28 de abril de 1948, ordenó expropiar y ocupar edificios de la manzana ubicada entre la carrera 7 y 8 entre calles 7 y 8, para reubicar al ejército, ministerios y otras oficinas del Gobierno, igualmente, el Concejo ordenó la ampliación de la Carrera séptima desde la Plaza de Bolívar hasta San Diego, la carrera 6 y las calles 11, 17 y 19 entre otras.
La transformación de Bogotá se gestó a lo largo de, por lo menos, 30 años luego de los sucesos del 9 de abril. El crecimiento de la población obligó a muchas familias a dispersarse hacia distintos puntos cardinales ampliando el espectro de la capital. Desde entonces la división de clases se acentuó entre norte y sur, donde las familias de mayores ingresos empezaron a asentarse en el primero, mientras que las de menores en el segundo.

Toda esta ola de transformación, que se incrementó en los años 50, fue en gran medida resultado de la visión de un urbanista Suizo de apellido Le Corbusier quién planteó una ciudad proyectada con forma de avión donde se dejaría toda la zona residencial en las alas y la parte administrativa en el fuselaje, aunque el plan no se completó dejó bastantes bases de la modernización de Bogotá.  Para entonces el área de la ciudad había crecido más de 3.500 hectáreas.

Posteriormente, con el plan regulador  de los urbanistas Wiener y Sert, la ciudad se dividió pensando en el aumento de la población, también se mejoró el sistema de cruces, glorietas, intersecciones entre otros. También, empezaron a aparecer  zonas de industria pesada como Puente Aranda, industria ligera, comercio, negocios y administración. Bogotá empezaba a tomar una nueva cara una serie de cambios y evoluciones que aún hoy no se detienen.

Han pasado más de 70 años desde que un hombre fue asesinado en un lugar que hoy está lleno de placas conmemorativas. Este hecho no solo marcó un cambió de rumbo para la política del país, también abrió las puertas para que la ciudad  se convirtiera en la imponente urbe que es actualmente.