Blog: ¿cómo crear magia para nuestros hijos con creatividad?

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24•Nov•2024

Al finalizar la tarde, Gilma, cansada, llegó a su apartamento. Abrió la puerta y, aunque aún no anochecía, encendió la luz. Sin embargo esta no se prendió. Movió el interruptor varias veces, pero nada. ¡Mami se fue la luz! dijo su hijo Eduardo de 10 años. Gilma se sentó, dejando a un lado su cartera y la bolsa con sus zapatos de tacón.

¿Cómo vamos a ver la novela?, preguntó Margarita, su hija menor, que salió del cuarto a saludarla. Gilma se tomó la cabeza con las manos y recordó que había olvidado pagar el recibo de la luz. Mi Tablet está sin batería, dijo su hijo. Para Gilma la preocupación iba más allá de perderse la novela, o no poder conectarse a internet. Representaba: no poder cocinar, bañarse con agua fría, tener que acostarse más temprano... Estuvo un rato preocupada, pensando.

Antes de que el desespero se apoderara de sus pequeños, se levantó de repente y dijo: ¡Hoy es noche de campamento! ¡Eduardo!—dijo entusiasmada—, antes de que oscurezca, ve a la tienda y trae un par de pilas pequeñas, un pan de bolsa, un atún y un paquete de masmelos; y tú Margarita, trae todos tus peluches y todos los cojines que puedas.

Cuando llegaron los chicos con los encargos Gilma había armado una carpa, con cobijas y asientos en medio de la sala. En medio de la penumbra unos ojitos brillaron alegremente. Se quitaron los zapatos y le pusieron pilas a la linterna.

Jugaron con sus manos a hacer sombras chinescas sobre uno de los lados de la improvisada carpa. En vez de fogata encendieron una vela sobre un pequeño candelabro. Luego cada uno se comió dos sánduches de atún y al finalizar hicieron malvaviscos turnándose la vela.

Fueron al baño todos juntos a lavarse los dientes, pues Gilma les contó los cuentos de espantos que le contaba su abuela. Echaron chistes, hicieron guerra de medias y cantaron. Finalmente organizaron todos los cojines y peluches de la casa sobre la cama franca. Uno a uno, fueron cerrando los ojos.

Al otro día, al sonar el despertador de pilas, recordaron que era martes de colegio, se bañaron como gatos con agua fría y desayunaron leche con pan. Margarita y Eduardo, llegaron a clase con una sonrisa diferente, sabían que ningún otro niño o niña, compañero de clase, había acampado en la sala la noche anterior. Esa noche en casa de Gilma no hubo luz, ni tabletas, ni celulares, ni novela. Hubo magia.

Por: Fernando Escobar Borrero

Escritor, conferencista y creativo.

Correo electrónico: papascreativos@gmail.com

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