Partidos y ciudadanos: ¡bienvenidos al diván!

Yo participo

24•Nov•2024

Escribir estas líneas siendo psicóloga tiene un sesgo, uno que tendré que tomar: me gusta el análisis del comportamiento, y si he de intentar un análisis del rol de los partidos políticos en una democracia como la colombiana, pues no podré obviar lo que a mi criterio es fundamental. Los partidos necesitan escuchar, analizar y conectarse con la identidad del ciudadano.

Intentaré argumentar por qué es importante comenzar con un diagnóstico del ciudadano y de lo que le duele en su relación con el sistema democrático.

Tengo que recurrir a la terapia como metáfora, pues es la única forma que conozco en la que una relación lastimada puede repararse. Y la comunicación me sirve como medio para recuperar (y escojo este verbo con intención terapéutica) lo poco que queda de aliento en el ejercicio de la política tradicional, o como lo diría Toni Aira, la política cansada.

La terapia comienza con el contexto actual en el que ubicamos nuestro diván. Quisiera que te imagines a Bogotá, una ciudad cansada y vibrante, con ciudadanos incansables pero agotados, con partidos perdidos de discursos impecables, con mil contradicciones.

Ciudadanos activistas, animalistas, ecologistas y estudiantes de todos los estratos, salen a marchar exigiéndole a su presidente más presupuesto para la educación pública. Esos mismos ciudadanos, que dicen odiar el lugar en el que viven, salen a las calles mientras caminan, cantan, gritan, elevando sus voces para ser escuchados por sus gobernantes. Y del otro lado: silencio. Una sordera insoportable y dolorosa.

Este video, que se grabó en 2008 en New Hampshire durante la campaña electoral de Barack Obama, refleja exactamente lo que es aún hoy el ciudadano.

Si un candidato, como lo hizo Obama, logra mostrar esa necesidad de ser escuchados, con una comunicación real que nos representa... esa sordera termina. Esa enfermedad y ese dolor, se convierten en un reflejo de la identidad propia del ciudadano. Y hay un encuentro, una mirada, entre dos que se reconocen y se escuchan.

Por eso ese diván es el lugar donde deben jugarse las relaciones ciudadano-partido: en la identificación de las contradicciones y el reconocimiento de las debilidades, pero también de nuestras fortalezas. Solo si los partidos políticos logran reflejar esas enormes discrepancias podrá renovarse una relación, aún lejana de ser perfecta, para convertirse en un lugar de conversación que permita construir una democracia representativa.