Corría el año 1787 cuando el rey Carlos III ordenó abolir la costumbre de enterrar a los muertos afuera de las iglesias. Esta decisión fue clave para que empezara la historia de los cementerios en Bogotá y del más reconocido de todos: el Cementerio Central.
En 1822, Buenaventura Ahumada, quien era el alcalde ordinario de segunda nominación de la ciudad, le solicitó al Cabildo que designara un terreno para la construcción del segundo cementerio de Bogotá, siendo el primero ‘La Pepita’. Más tarde, Ahumada se convertiría en la primera persona en ser enterrada en el Cementerio Central.
Pasaron cinco años y aún no se le daba trámite a la solicitud, fue gracias a Simón Bolívar, quien firmó un nuevo decreto prohibiendo que se enterraran cadáveres afuera de iglesias, conventos, templos o capillas. Allí mismo ordenaba disponer un terreno para que las personas pudieran dejar los restos mortales de sus seres queridos.
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La iniciativa del Libertador aceleró el proceso, pero pasaron 9 años para que se le diera servicio público al cementerio, aunque desde 1832 ya venía funcionando.
Los huéspedes ilustres del Cementerio Central
El Cementerio Central sigue siendo uno de los más conocidos de Bogotá. En 1984 fue declarado monumento nacional por su valor cultural, histórico y arquitectónico. Y no es para menos, allí reposan los restos de casi todos los expresidentes, así como reconocidos políticos y empresarios.
Además, destacan tres moradores y no precisamente por ser famosos, sino porque los creyentes populares les atribuyen propiedades milagrosas. El día de visitas es el lunes, pues es el de las almas en pena.
El primer muerto ‘célebre’ es Leo S. Kopp, quien además de haber sido fundador de Bavaria fue reconocido por su sentido altruista. Fundó y edificó el barrio La Perseverancia con todos los servicios públicos para que vivieran allí los empleados de la cervecera. Es por eso que los visitantes aún hoy se acercan al panteón en el que reposan sus restos y los de su familia para pedir toda clase de favores.
Arriba del monumento se aprecia una estatua dorada que recuerda a ‘El pensador’ de Rodin, aunque con la cara de Bolívar. Los creyentes se acercan al oído izquierdo de la escultura, pues se dice que ‘El Mono’ Kopp tuvo problemas de audición y no escuchaba bien por el otro, primero hacen su solicitud y luego dejan una ofrenda floral.
Los visitantes dan fe de sus milagros: desenvuelve entuertos, devuelve dinero perdido, regala operaciones y restaura la salud. Eso sí, recomiendan no acosarlo, solo se debe pedir un favor a la vez.
Ellas velan por la salud de los niños
Cerca de la tumba de Kopp reposan los restos de las hermanitas Bodmer, la tumba llama la atención pues sobre esta se ven las estatuas de dos niñas pequeñas, una arrodillada y otra señalando al cielo.
Poco se sabe de ellas, solo que murieron aún siendo niñas y con un año de diferencia. Hay quienes dicen que se quemaron y otros que sufrieron de una enfermedad en la sangre. Una mamá encomendó a su hijo con la misma condición y luego lo vio recuperado. Desde ahí empezó la tradición de pedirles por la salud de los niños.
Esto se evidencia en la cantidad de flores y dulces que sostienen las estatuas, son las ofrendas de quienes piden protección para sus hijos.
El del billete de 20
Gracias al billete de 20.000 pesos sabemos quién es el matemático Julio Garavito, y entre los visitantes del Cementerio Central existe la creencia de que quien lo visita jamás le falta uno de esos en la billetera.
Como si se tratara del Buda latinoamericano, los creyentes populares frotan billetes de esa denominación por el cometa Halley que decora la tumba del científico, esperando atraer mayor prosperidad a sus vidas.
Cuentan los vigilantes que Garavito ganó ‘popularidad’ entre los peregrinos luego de que la tumba de Salomé Muñoz de Parra, a la que también se le atribuían milagros, fuera mudada al Cementerio del Sur.