En‘Bogotá, mi Ciudad, mi Casa’ la seguridad y bienestar de las mujeres es una prioridad, pero hay tres realidades que, infortunadamente, aún no son reconocidas por el grueso de la sociedad: la primera de ellas, que los trabajos de cuidado no remunerado atraviesan toda la experiencia vital de un ser humano: nos cuidan al nacer, posteriormente cuidamos a nuestras hijas e hijos, y más adelante en la vida esos hijos cuidan de sus padres, personas mayores o con discapacidad.
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La segunda, que todas estas actividades son imprescindibles para el sostenimiento de la vida y de las sociedades. Y la tercera realidad: esos trabajos de cuidado no remunerado han recaído históricamente y con notable desproporcionalidad, sobre los hombros de las mujeres. Por siglos, la carga de lavar, planchar, cocinar, limpiar, cuidar de niñas y niños, de personas mayores o de personas con discapacidad y de animales de compañía ha sido casi exclusivamente femenina.
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De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en Bogotá nueve de cada 10 mujeres realiza trabajo de cuidado no pago comparativamente con seis de cada 10 hombres que ejercen estos trabajos. Las mujeres dedican en promedio seis horas y 43 minutos diarios a estas tareas, 4 horas más que los hombres, y esta carga desproporcionada limita su participación en el mercado laboral y perpetúa su dependencia económica y falta de autonomía.
En Bogotá el 38 % de las personas considera que las mujeres son mejores para el trabajo de cuidado que los hombres, una evidencia clara de las arraigadas creencias culturales machistas que perpetúan esta inequidad, hecho que denota la apremiante necesidad de trabajar en una Transformación Cultural.
A pesar de su relevancia, los trabajos de cuidado no remunerado enfrentan serios problemas de reconocimiento y formalización. En Bogotá, el 46 % de las mujeres que realizan trabajos de cuidado remunerados, no cotiza a la seguridad social, solo el 34 % recibe la prima de servicios, y el 44 % gana menos del salario mínimo mensual. Todas estas condiciones laborales se vieron exacerbadas por la pandemia de COVID-19, y muchas mujeres sufrieron despidos injustos y encierros forzados por temor al contagio.
Y, por último, de acuerdo con ONU Mujeres el valor del trabajo de cuidado no remunerado y del trabajo doméstico representa entre un 10 y un 39 por ciento del Producto Interior Bruto, y puede pesar más en la economía de un país de lo que pesan la industria manufacturera, el sector del comercio o el del transporte.
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Una necesidad apremiante de redistribución
Por eso, en esta temporada de fiestas, en la que estos trabajos tienden a incrementarse, la Secretaría Distrital de la Mujer (SDMujer) hace un llamado para que todas las familias trabajen en la redistribución de dichos trabajos entre hombres y mujeres. Es esencial promover una cultura de corresponsabilidad en el hogar, donde tanto hombres como mujeres sean valorados por igual en su capacidad para realizar trabajos de cuidado. Esta transformación no solo implica cambios en las actitudes individuales, sino también en las políticas y prácticas sociales que apoyen y promuevan la igualdad de género en todos los aspectos de la vida.
