Óscar Jurado encontró un rumbo en el CDC y ahora es un reconocido marroquinero

20·FEB·2022
En el CDC La Giralda, de Fontibón, Óscar Jurado aprendió marroquinería y gracias a ello montó un taller en el que hoy hace exclusivos artículos.
El CDC La Giralda en Fontibón le cambió la vida a un adulto mayor
Óscar Wailter Jurado Amado, es un adulto mayor que hizo un curso de marroquinería en el Centro de Desarrollo Comunitario, CDC La Giralda en Fontibón. Foto: Integración Social

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En una tabla de salvación se convirtió para Óscar Wailter Jurado Amado, el Centro de Desarrollo Comunitario (CDC) La Giralda en Fontibón; allí, un curso lo sacó de la profunda depresión en la que había caído después de la muerte de su mamá, a la que con ahínco cuidó por siete años de una enfermedad, que finalmente se la quitó. 

“Alguien me recomendó unos cursos que estaban dictando en el CDC de La Giralda. Que me inscribiera, que eso me podría ayudar a ‘desestresarme’ un poco porque estaba bastante decaído. Yo la verdad no quería, y esta persona me insistió, bastante, le hice caso y fui y tomé el curso”, recuerda.

Tomó un curso de marroquinería en el CDC La Giralda de Fontibón

Era un curso de marroquinería, una palabra que ni siquiera conocía, pero que hoy colma no solo su vocabulario sino su diario vivir. La marroquinería o manufactura de artículos de cuero, le dio ese aire nuevo que necesitaba y a pesar de que solo fueron 40 horas de estudio, le calaron tan hondo que ya no volvió a pensar en otra cosa. “Fue un inicio y proseguimos porque nos gustó el arte y seguimos investigando, haciendo las cosas, trabajando. Con lo que hacíamos o vendíamos, con eso mismo íbamos comprando más”.

Beneficiarios CDC
María Constanza Marín y Óscar Jurado Amado hicieron juntos el curso de marroquinería en el CDC y hoy son socios. Foto: Integración Social

Cuando se refiere a proseguimos, seguimos, hacíamos, es porque en su relato incluye a la que fue su compañera de estudio en el CDC y luego su socia: doña María Constanza Marín, a quien describe como una mujer de empuje, echada pa’lante, también enamorada de este arte. “Somos socios nada más- se apresura a aclarar-. Muchos nos confunden que porque trabajamos juntos. Nada más”, reitera y agrega que a ella ese curso también le cambió el rumbo de su vida, porque ambos no tenían un norte definido. María Constanza también ha tomado cursos virtuales de mochilas wayuú y lencería navideña, promovidos por el CDC.

Empezaron haciendo monederos, luego bolsos; todo a mano, artesanal, y en la medida en que iban vendiéndolos entre sus amistades, iban invirtiendo más, hasta que ‘bajaron bandera’ y pudieron montar un tallercito, con el que vino la consolidación de sus sueños de seguir creciendo, siempre basados en la constancia y la pasión por lo que hacen y soportados en la calidad, la durabilidad, la presentación y la innovación.

Hacen trabajos muy exclusivos en cuero

Aunque tuvieron un bache con la llegada de la pandemia del COVID-19, se ‘reinventaron’ y volvieron al ruedo con más bríos. Haciendo, además, sombreros, gorros, chaquetas, pantalones, todo en cuero legítimo,  y ahorraron lo suficiente para comprar maquinaria. “Hoy ya tenemos 3 máquinas, un taller grandecito y un almacencito bastante surtidito. Todo esto debido a la constancia, al trabajo, porque nos gustó, nos enamoramos de este arte”, dice orgulloso, mientras sostiene entre sus manos ya curtidas un sombrero amarillo, de acabados muy finos. “Nuestra calidad es óptima, con los mejores materiales. Por ejemplo, los bolsos los forramos en cuero y no en tela”, sostiene.

Sombrero
Los sombreros son una de las especialidades del taller de marroquinería ArteAmadoMarroquinería que nació en el CDC La Giralda de Fontibón Foto: Integración Social

Sus diseños ya han traspasado las fronteras con clientes que los llevan como regalos y los portan en Italia, Brasil o Panamá, y acaba de enviar a Estados Unidos unas muestras que le pidieron para forrar unas sillas muy exclusivas.

Trabajo y constancia: sus claves para prosperar

Así como reitera que la pasión por el trabajo y la constancia son las claves de su crecimiento, insiste en el agradecimiento por haber encontrado una nueva oportunidad con la orientación y el apoyo del Centro de Desarrollo Comunitario, al que no ha dejado de ir para entregar retales de cuero a los nuevos estudiantes para que tengan con qué hacer sus prácticas.

Ante el crecimiento de sus expectativas no se detuvieron en su formación y luego de terminar el curso de marroquinería en el CDC se inscribieron en el SENA para aprender de administración de negocios y de cómo llevar las cuentas: una organización a la que le atribuyen lo que hoy en día tienen. “Al principio, prácticamente trabajamos 11 o 12 horas, hasta 16 horas diarias, porque el trabajo artesanal es bastante demorado, no es muy apreciado por la gran mayoría de personas y porque es a mano es un poquitico costosito. Gracias a Dios nos ha ido bien”.

Don Óscar, quien antes de ser marroquinero fue auxiliar vuelo, no logró pensionarse, pero a los 72 años se siente muy vital y motivado para seguir ejerciendo este oficio hasta que Dios le dé vida. “Yo me encuentro bien. Esto es como una terapia porque uno se sienta a trabajar, y siempre y cuando uno lo haga con agrado, con gusto, las horas se le pasan en un momentico”.

Taller de marroquinería
La constancia y el trabajo de María Constanza Marín han sido fundamentales para el éxito del taller de marroquinería. Foto: Integración Social

Quieren incursionar en la talabartería

Como buen emprendedor, siempre está aprendiendo e innovando, por eso ahora al lado de su inseparable socia, busca incursionar en la talabartería, otro término que conoció no hace mucho y que se refiere al arte de hacer artículos de cuero para guarniciones de caballería, en su caso para hacer sillas de montar.

Por lo pronto, ya hacen chamarros para montar a caballo y sacaron una línea de sombreros vaqueros que justo acaban de empezar a exhibir en su local en la carrera 96C con calle 16, en el sector de Salamanca, en Fontibón, y en su página de Facebook,  ArteAmadoMarroquinería, que le hace honor a esa pasión, de la que siempre, habla por un oficio que sin duda le dio un nuevo giro a su vida, gracias al Centro de Desarrollo Comunitario del Distrito.

“De verdad, verdad, estamos muy agradecidos con los que nos enseñaron allí en el CDC La Giralda porque la verdad quién sabe qué estaría haciendo hoy en día”, sentencia y se ríe.