Aunque su acento costeño pueda confundir, Alexandra Vivas es de ‘Bogotá, mi Ciudad, mi Casa’ de nacimiento y de corazón. Nació el 3 de febrero de 1982 en la capital, pero a los tres años se trasladó con su familia a Cartagena debido al trabajo de sus padres. Allí creció y vivió hasta los 18 años, cuando el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) la convocó para representar a Bogotá en patinaje sobre ruedas, marcando el inicio de una exitosa carrera que la arraigaría definitivamente a la ciudad.
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Su trayectoria deportiva estuvo llena de logros, llevando en alto el nombre y la bandera del Equipo Bogotá y Colombia en competencias nacionales e internacionales. Hoy, fuera de las pistas, sigue dejando huella como entrenadora, formando nuevas generaciones de campeones.
En el mes de la mujer, su historia es un homenaje a la determinación, la disciplina y el espíritu de lucha. Alexandra Vivas no solo es un referente del deporte, sino que también admira y reconoce a aquellas mujeres que, enfrentando grandes dificultades, sacan adelante a sus familias con valentía y esfuerzo.
Sobre ruedas, aunque sufrido
A los nueve años tuvo sus primeros patines y se vinculó al club Espabol. Sus condiciones eran de fondista, pero Bolívar siempre ha sido fuerte en velocidad; por eso no brillaba y siempre era de las últimas. Pero cuando empezaron las pruebas más largas, se volvió protagonista.
Cuando tenía 14 años, pasó al club Pegasos en “La Heroica”, dirigido por Elías Del Valle, y empezó a brillar. Ya se enfocó al alto rendimiento y en los Juegos Nacionales de 2000 en Ipiales, Nariño. Obtuvo 3 medallas de oro, lo que le valió que Bogotá le apuntara a traerla, junto con el entrenador Del Valle y otras deportistas como Kelly Martínez y Cecilia ‘La Chechi” Baena, con el objetivo de ganar los Juegos Nacionales de 2004 en la capital, como en efecto sucedió.
“Venir a Bogotá, a mi ciudad, fue lo máximo. Siempre agradecida inmensamente con el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) por traerme. Por ellos regresé, por ellos estoy aquí, por ellos trabajo, por ellos hago todo lo que hago y me permitieron vivir una historia bien bonita a nivel mundial también, a nivel departamental, y me siento rola, así mi acento no lo demuestre, soy rola”, sostuvo Alexandra.
En el año 2000 en Barrancabermeja, vivió su primera Mundial con la Selección Colombia. Era la novata del grupo porque no tenía experiencia juvenil, pero siguió las indicaciones del técnico y empezó a escribir su historia en estos magnos eventos, en los que ganó 11 medallas de oro hasta 2010, agregando a ello la gran actuación en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Mayagüez, Puerto Rico, en 2010, en los que obtuvo tres medallas de oro y tres de plata.
En Barranca ganó su primer oro en los 15 mil metros eliminación pista, por lo que formó parte de la rebelión colombiana contra las consagradas Theresa Cliff y Julie Brandt (Estados Unidos), la española Sheila Herrero, las italianas Valentina Belloni, María Cristina Sanfratello y Adelia Marra, la argentina Andrea González, entre otras, para entrar a formar parte, desde entonces del podio de medallistas.
“Realmente teníamos un reto grande pero no nos preocupábamos de lo que había pasado antes, sino por lo que teníamos que hacer. Y en eso fue que nos enfocamos. Creo que Elías nos sembró una mentalidad de ganadores, nos llenó de confianza, nos inculcó que sí podíamos hacerlo. Y a nosotros se nos iban a dar las cosas por la manera como lo habíamos planeado, entrenado. Lo hicimos con toda la altura, no dejamos nada afuera, todo lo dimos por la Selección”, dijo.
Su último oro mundialista fue en Guarne, Antioquia, en 2010 (a sus 28 años) en los 10.000 metros puntos en ruta. En ese mundial, ya tenía tres años de casada -mismo tiempo que tenía de fundada su escuela Avivas Club, y había planificado con su esposo que quería ser madre antes de los 30 años.
Tenía ese plan. Se dijo a sí misma que ese Mundial en Guarne iba a ser el último, lo daría todo y listo, a dedicarse a su familia. El club seguía creciendo. Quedó embarazada en abril de 2011, y Samantha nació en enero de 2012. Pero Alexandra quería seguir patinando y confió en que todavía quería hacerlo, tenía ganas, y en que su mamá que estaba con ella- y su esposo la apoyaban.
Siguió compitiendo, logrando buenas cosas y estaba feliz. Pero no contaba con las cosas bellas que implica ser madre; en 2013 sucedió el hecho que la sacudió y la llevó a decir “ya no más”.
“Ese año cuando estuve en el Mundial en Bélgica, mi mamá me llama y me dice Alex, hoy Samantha dio el primer paso, intentó caminar. Ese día en Bélgica –yo competía al día siguiente-, dije esta va a ser realmente mi última carrera. Porque ahí sentí que mi ciclo de patinadora debía acabar, porque si no, me iba a perder de muchas cosas como mamá. Y porque no estaba segura de tener otro hijo”, aseguró.
Para Alexandra, fue una buena decisión haber terminado el deporte a nivel competitivo en ese momento, y dedicarse realmente a ser madre, que es una labor demasiado maravillosa.
“Todavía me acuerdo de esos primeros años, y son tan duros, pero tan deliciosos, que una deportista lo puede asemejar con lo que se vive en el deporte, que es delicioso patinar, pero también es muy duro entrenar”, indicó.
No quiso que Samantha fuera patinadora de carreras, o futbolista como el papá, porque no quería que fuera comparada con ellos.
“Somos únicos y cada uno debe escribir su propia historia. Hizo de todo y la dejamos que escogiera, no la presionamos. Y eligió la gimnasia de trampolín”.
De deportista a entrenadora
Avivas Club inició en 2007 y Alexandra todavía estaba compitiendo; de hecho, le faltaban tres mundiales por vivir. La escuela iba creciendo, ella entrenando, pero también tenía tiempo, los fines de semana, para poder ayudar a la formación de nuevos talentos. Avivas Club fue su escuela de formación como entrenadora.
Pero también tiene algo muy claro. Que ser madre también ayuda un montón, “porque la relación que uno tiene con sus deportistas termina siendo algo también paterno, de madre. Hay una relación, una conexión, que realmente vale la pena estudiar, vale la pena crecer, vale la pena que el rol de entrenador tenga tanto valor en la crianza de una persona, incluso en la vida misma, porque marca”.
Como entrenadora del Equipo Bogotá trata de no aferrarse a los resultados, sino a los procesos. Eso es lo que más le quita energía, de pensar que los procesos continúen, que sean a largo plazo, porque ella es producto de eso, de un proceso a largo plazo.
Pero ella, sin dudar, asegura que “los logros son muy buenos y me mueven, me gusta ganar, obvio, a quién no. Pero me aferro más al proceso, me gusta caminar y crecer con los deportistas, y que los resultados se vayan dando es maravilloso”.
¿Qué es más difícil, entrenar o dirigir?
“Uy, ambas son actividades son durísimas. Pero al nivel que yo he competido, es más difícil dirigir, para mí”. indicó Alexandra
¿Para dirigir se requiere más paciencia?
“Total, mucho. He aprendido en el proceso que no todo está en mis manos y que hay cosas que debo dejar que pasen, aunque me duelan. Pero tengo que dejar que pasen para que esa persona pueda aprender. A veces como mamá, uno quiere evitar que no se caigan, que pierdan, que no vivan tantas cosas… pero definitivamente he aprendido que la paciencia es una virtud, y un factor clave en la sabiduría; en este deporte y en este rol de entrenador, uno tiene que ser muy sabio”.
En el mes de la mujer, ¿a quién admira, ¿qué significa ser mujer?
“A aquellas que tienen más necesidades que yo, esas que con menos recursos sacan adelante a sus familias. Ser mujer es la cosa más bella que hay. O sea, poder dar a luz a otra persona, eso no tiene comparación, eso es lo máximo y como mujer, en un gremio de hombres, siento profundo respeto por ellos, pero también un gran reto en el que quiero demostrar que como mujer, tampoco tenemos límites y echamos para adelante”.
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Hoy, fuera de las pistas, Alexandra Vivas sigue dejando huella en el deporte, no solo como entrenadora, sino como inspiración para nuevas generaciones. Su historia es la prueba de que no solo que Bogotá la vio nacer, sino que también fue el escenario donde convirtió su pasión en un legado. En este mes de la mujer, su vida y trayectoria nos recuerdan que el verdadero triunfo no solo se mide en medallas, sino en la capacidad de transformar vidas y abrir camino para quienes vienen detrás.