Un grupo de 28 reclusos de la cárcel La Picota recibieron recientemente su diploma que certifica la realización y aprobación del curso teórico-práctico en Agricultura Urbana y Periurbana que lideró el Jardín Botánico de Bogotá con esta población privada de la libertad.
A la ceremonia de graduación de estos aprendices asistieron directivos y técnicos del Jardín Botánico de Bogotá, así como del establecimiento carcelario, para reconocer, de manera sencilla y simbólica, el esfuerzo de este grupo de personas privadas de la libertad que encontraron en la huerta un espacio para el descubrimiento de habilidades personales, la autoestima y la confianza en un futuro diferente.
El equipo técnico del Jardín Botánico, que asumió el reto de ofrecer este curso básico a los internos de La Picota, asumió con compromiso el desafío de soportar semana tras semana los más de 5 filtros que hay que superar para llegar al interior de este establecimiento.
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La ingeniera agrónoma del Jardín Botánico de Bogotá, Carmenza Bautista, y su equipo técnico, encontraron una aliada insuperable en Clara Inés Becerra, responsable del área de educación en las estructuras 1 y 2 de La Picota, y de manera conjunta se dieron a la tarea de emprender este ciclo de formación que se extendió por varias semanas y meses hasta lograr que los interesados alcanzaran el número de horas suficiente, tanto de teoría como de práctica, para obtener su diploma.
El grupo de aprendices, conformado por internos de entre 25 y 76 años, encontraron en este programa una oportunidad de crecimiento personal y desde luego, de cumplir horas de servicio social que influyan positivamente en su proceso de resocialización.
Clases huerteras
Uno de los auditorios de la estructura 1 de La Picota fue escogido para realizar los cinco módulos del curso básico de agricultura urbana. En este recinto, que contaba con computador, tablero y videobeam, se comenzaron a tejer los lazos de confianza, respeto y beneficio mutuos.
Fueron cinco módulos temáticos que permitieron abarcar todos los ciclos de la actividad agroecológica, a saber, siembra, propagación, suelos, manejo de residuos orgánicos, cosecha, manejo integrado de la huerta, control biológico, transformación y conservación de productos.
Así las cosas, la huerta fue implementada en un sector abandonado, utilizado para almacenamiento y desechos, que con el paso de los días se fue transformando en un lugar lleno de color, aromas y frutos que son aprovechados por los propios aprendices.
“Huertas institucionales como la de La Picota hacen parte del Programa de Agricultura urbana y Periurbana con el que #LeCumplimosABogotá, apostando por la autosostenibilidad, la agroecología y la promoción de una práctica ligada a saberes campesinos y ancestrales”, subrayó Martha Liliana Perdomo Ramírez, directora del Jardín otánico de Bogotá.
La huerta fue nombrada “El Renacer” por el significado especial para los reclusos, dado que este proyecto generó cambios en su rutina y aportó en el proceso de resocialización. Los 28 nuevos huerteros de La Picota, la cárcel más grande de Bogotá, elaboraron un acróstico con el nombre de la huerta: Reconciliación con la naturaleza compartiendo una estrategia de resocialización.
A la fecha, el Jardín Botánico ha logrado la implementación de cerca de 18 mil huertas, entre caseras, comunitarias, escolares e institucionales, acompañadas de procesos como asistencia técnica, capacitación y entrega de insumos, contribuyendo al fortalecimiento de una actividad con gran acogida entre la ciudadanía y al mismo tiempo, fomentando el crecimiento de áreas destinadas a la agroecología que permiten el intercambio de saberes y experiencias, el encadenamiento comercial y venta de productos y excedentes de cosecha y el uso de especies que atraen polinizadores y conservan las coberturas vegetales.