Gracias a la investigación realizada por Edith Jiménez de Muñoz y Blanca Ochoa, primeras mujeres antropólogas, graduadas en la primera promoción de esta carrera en el país, se fundó en el año 1975 el Museo de Trajes Regionales, ubicado actualmente en el centro de Bogotá.
Tras los hechos ocurridos el 9 de abril, Edith y Blanca fueron despedidas del Museo Nacional de Colombia por sus ideas de avanzada. Por un lado, Blanca se dedicó a fundar y consolidar la Facultad de Antropología de la Universidad Nacional y Edith se entregó a la investigación.
El trabajo de campo en distintas comunidades del país le permitió a Edith Jiménez conformar una completa colección de los trajes producto del mestizaje de tres grupos: los indígenas que estaban en nuestras tierras, los españoles que llegaron y la comunidad negra que vino para el trabajo en las minas.
“La primera sala del Museo es la del mestizaje. De acuerdo a las condiciones geográficas y a estos tres grupos, los trajes se fueron definiendo. Se ven trajes de todas las regiones de Colombia y se van viendo las herencias culturales en cada traje, los adornos, los accesorios, todo es español. Ocultos en todos los elementos del vestuario están los elementos culturales, todo se introducía así, de manera oculta”, señala María del Pilar Muñoz, directora del Museo de Trajes Regionales.
Se cree que estos trajes fueron utilizados entre los años 1850 y 1950, época en que Edith Jiménez realizó la investigación y que además, fue un momento importante en la economía y el desarrollo del país, pues se fundaron las primeras fábricas relacionadas con el mundo textil y se establecieron mejores vías de comunicación. Algunos trajes todavía se conservan en algunas regiones, sobre todo en las festividades rituales o en los carnavales.
En esa sala, existe una vitrina de sombreros y otra de mochilas, que permiten conocer diferentes fibras y materiales que se utilizan en la elaboración de estos elementos como son: la fibra de coco, el frailejón del páramo, cumare, palmas, bejucos, tabaco y algodón, además de mostrar la diversidad que hay en el país.
“El eje del Museo es el traje, es nuestro tema fundamental. También vamos a ver el traje prehispánico, ¿que había en nuestro territorio antes de la llegada de los españoles? Todo este conocimiento se concentra en los materiales de cerámica en donde se puede apreciar o hacerse una imagen o idea de cómo se vestían los habitantes de América Latina y cómo se adornaban, unos estaban desnudos, otros semi-desnudos y otros vestidos según su ubicación en el país”, explicó la directora.
Los indígenas de Santander, Boyacá y Cundinamarca se vestían con mantas de algodón elaboradas en telares verticales. La gente del común utilizaba mantas blancas y la gente de casta utilizaba mantas decoradas que los ligaba con las divinidades, el sol y la luna.
En el segundo piso del Museo también se encuentra una sala enfocada en herramientas de elaboración de trajes, allí se pueden encontrar distintos tipos de telares como el de orqueta, el telar de arco, el de estaca, el vertical, el de cintura, representativo de América Precolombina y el telar horizontal, traído por los españoles en la época de La Conquista.
Los niños y los adultos mayores ingresan al Museo de manera gratuita, los estudiantes pagan $1.000 por la entrada y los adultos $3.000. Este lugar está abierto al público de lunes a viernes de 9:00 a. m. a 4:30 p. m. y los sábados de 9:00 a. m. a 2:30 p. m.
“Por el momento no hay una estrategia dirigida a personas con discapacidad, pero tenemos talleres para ello. La entrada, si la pueden pagar es un aporte para nosotros, en caso contrario, de acuerdo a su capacidad económica entra gratuitamente o con un aporte voluntario”, afirmó María del Pilar Muñoz.
Por precaución y conservación de los trajes originales, el Museo realizó una copia de toda la colección en conjunto con campesinos, artesanos, bordadores y personas pertenecientes a diferentes comunidades, con el fin de utilizar esas creaciones en distintas exposiciones itinerantes en casas culturales y alcaldías locales del país y en el extranjero.
“Tenemos dos conversatorios al mes, demostraciones de los oficios, bailes, danzas y además, gracias a que el traje se ha convertido en un elemento de reflexión más amplio, vamos a empezar a manejar otros ámbitos como lo afro, fenómenos urbanos como las tribus y cómo se visten los distintos grupos que utilicen el traje para evidenciar una pertenencia particular”, concluyó Muñoz.
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