A las 5 y 30 de la mañana, como si se tratara de una nueva versión de la película Toy Story, el oso Coby encabezó el plantón que más de mil muñecos hicieron en la Plaza de Bolívar en el centro de Bogotá. Mientras Coby era ubicado en una tarima en la parte sur, al frente del Palacio de Nariño, Buzz Lightyear se paraba en el costado oriental; la muñeca Barbie lo hacía en la esquina nororiental y un poco más abajo, hacia el centro, Enrique (el tierno muñeco de Plaza Sésamo) se erguía junto a la estatua del Libertador.
De esta manera los centenares de muñecos de todos los estilos, tamaños y colores se tomaron estratégicamente la plaza para levantar sus voces y visibilizar la violencia y el abuso sexual de que son víctimas miles de niños y niñas de Colombia. “La idea es mostrarle a la ciudadanía y a las entidades que toman decisiones, que los niños no están solos y también pedirle al estado que incremente su protección”, afirmó Angela Rosales, Directora Nacional de las Aldeas Infantiles SOS, que por cuarto año consecutivo coordinó este plantón de muñecos en el histórico lugar.
Agrupados al lado de letreros como el de “Soy su voz”, “Los niños y las niñas no deben aceptar regalos de extraños” y “Michael prefiere no contar nada de lo que sucede, el hombre lo amenazó con hacerle daño a sus papás si revelaba ’su secreto’”, los muñecos alzaron sus voces mudas pero significativas para protestar por los cerca de ochenta mil niños que en Colombia crecen con alguna vulneración de sus derechos.
“Los muñecos son como el poder de los niños pues se sienten protegidos por ellos, y la manera en que juegan y los usan, es como el reflejo de lo que hacen o les hacen. Cada uno de esos muñecos representa como un dolor y como su vivencia personal”, asegura Amalfi Olaya, la mamá de una niña de cuatro años de la que abusó su propio padre cuando ella la envió fuera de la ciudad a pasar unas vacaciones con él. “En el testimonio que dio mostró en dos muñecos todo lo que el papá le hizo”, recuerda la mamá quien dice que su caso lleva siete años en manos de la justicia sin que hasta ahora exista una condena formal contra el progenitor.
“Los casos se demoran en promedio siete años y solo el 3% termina en una condena contra el adulto victimario y por eso las personas desisten de los procesos. Los niños se cansan y no quieren volver a rendir testimonio. El aparato judicial no tiene suficiente personal y no saben abordar a los niños para sus testimonios”, asegura la directora Rosales, quien agrega que en Colombia son más de ochenta mil niños y niñas que crecen con alguna vulneración de sus derechos, mientras que otros treinta mil crecen separados de sus familias, que por el contrario deben convertirse en el entorno protector.
Con el oso Coby, un enorme peluche color café, como un estandarte y en medio de un ambiente festivo, con la lectura de mensajes en contra del abuso sexual contra los niños y niñas, transcurrió esta peculiar jornada en la que por un día los muñecos se convierten en los voceros de todos aquellos que buscan llamar la atención para que la infancia sea solo una etapa en la que los niños puedan crecer felices y no en medio de los traumas y graves consecuencias que generan los abusadores sexuales