Los nuevos inventos musicales de finales del siglo XIX hicieron bailar a nuestros abuelos al son de la aguja de la vitrola y del pequeño tubo de cera del fonógrafo. Estos aparatos de cuerda fueron los mejores amigos cuando no existían los pequeños aparatos modernos que usamos en la actualidad para divertirnos y "prender la fiesta".
El fonógrafo y la vitrola eran los primeros invitados para armonizar una conversación de amigos, una pequeña reunión familiar o una gran fiesta en las veredas aledañas a la creciente Capital. Desde los balcones de las antiguas casas se podía escuchar la melodía que producía la gran aguja que hacía sonar las más alegres canciones.
Entre las clases sociales más altas, la llegada del fonógrafo representó un paso a la par de las nuevas tendencias europeas. El pequeño aparato que funcionaba con tubos de cera en vez de discos solo se lucía en las casas más prestigiosas de Bogotá en donde celebraban gracias a la invención del norteamericano Thomas Edison.
Un par de años después la clase media que no pudo acceder a los fonógrafos, festejó la llegada de las vitrolas, un nuevo invento de Emile Berliner que, al ser más económico que el de Edison, fueron los protagonistas de las fiestas de calle.
"La vitrola de mi familia la compramos en la Víctor Mario jota Gaitán. Toda la diversión era a punta de eso y de conjuntos musicales con triple, bandola, guitarra, flauta, maracas, panderetas y los cantantes (...) Las fiestas eran por la tarde, y solo en las noches cuando era Noche Buena o fin de año, tal vez los padres de uno se quedaban hasta tarde pero los niños nos íbamos a dormir" dice Don Guillermo Trujillo, de 88 años.
La vitrola era el centro de atención y es posible afirmar que había una en cada sala bogotana siendo siempre el novedoso invitado. "Los domingos nos íbamos con la familia y nos reuníamos temprano en las casas a bailar. Bailábamos con una vitrola, tenía discos de 78 revoluciones y cuando se les acababa la cuerda, nuestros papás nos decían ¡déle cuerda, déle cuerda!" Recuerda Don Guillermo.
Una historia de melodía
Cuando Thomas Edison, se ingenió crear un aparato para la reproducción de ondas musicales jamás pensó el impacto que daría en la historia de la humanidad. Él, quien duró mucho tiempo de su vida sufriendo de problemas auditivos por un accidente en las vías de un tren, dio a conocer por primera vez en noviembre de 1877 su invento, mostrando a su asombrado público la canción "Maria tiene un corderito"
Para dicha de los abuelos estos aparatos llegaron a Bogotá en el año de 1895 en grandes barcos de importaciones o simplemente embolatados en los enceres de un encopetado colombiano de la época, muchos de ellos altos funcionarios del gobierno que venían de Estados Unidos o de Europa.
"En ese tiempo no lo usaban sino los ricos, por ejemplo en Chía había uno muy famoso. La gente que viaja traía la novedad, era más que todo, la gente del gobierno" dice Carlos Sánchez, coleccionador hace 30 años de objetos antiguos en su museo de telecomunicaciones, Mutec. Tiene sólo tres de estos ejemplares, uno de los cuales es de la marca original Edison y otras dos, son réplicas creadas por un colombiano.
Emile Berliner, siguiendo la moda de Edison, se ingenió un aparato similar pero que trabajaba ya no con tubos de cera sino con discos, llamado gramófono, pero más comúnmente conocido como vitrola. Sólo pocos de esos útiles aparatos sobrevivieron a la moda y hoy se esconden entre los más bizarros hogares capitalinos.
Otros, los coleccionan tal como harían con un tesoro, que a pesar de no estar lleno de oro, sí cargado de historia. Allí están escondidos e iluminados por los recuerdos de antaño y por las memorias de los que un día gozaron y bailaron a punta de viejas canciones.
Carlos Sánchez, es una de aquellas personas que ven en antiguedades como el fonógrafo, la historia de todo un país. "Yo prefiero, si me dan una antigüedad como ésta, aguantar hambre. Soy un comprador compulsivo. Yo amo la historia, y junto a estos fonógrafos, tengo las llaves de telegrafía" dice con orgullo.
El usurpador de canciones
Con la llegada de la radio, todo cambió. El invento, que era una verdadera novedad podía establecer contacto con los oyentes en tiempo real. Los escuchas podrían disfrutar al mismo tiempo de noticias y canciones para sus fiestas matutinas.
"Con la radio la vitrola de mi casa quedó rodando de un lado para el otro y uno de muchacho, a desarmarla a ver qué tenía por dentro, a pesar de que la radio solo la tenían pocos, los que podían" dice Don Guillermo.
A partir de ese momento, "Que vivan los novios", "La loca Margarita", "La Tapetusa" entre otras canciones que se escuchaban en las vitrolas comenzaron a sonar en la radio, en donde tuvieron mucha mayor acogida y fueron distribuidas a una mayor población.
Ya fuese fonógrafo, vitrola o radio, los abuelos hacían de los encuentros entre amigos y familiares el mejor de los momentos, zapateando canciones gringas y aplaudiendo las canciones de las bandas de la milicia norteamericana.