"Papá de mi vida,
mándame a la escuela,
que hoy el que no lee
lo llaman Tío Bestia.
El Gobierno manda
que todos aprendan,
para hacernos hombres
como otro cualquiera.
Porque el mismo cura
predica en la iglesia
que desde que aquí
hubo Independencia
Solo el que no lee
es gente plebeya"...
Dylan lee con buena dicción, haciendo las pausas como corresponde. Es un ávido lector. Quizás no lo sepa, pero tiene un talento natural para emocionar a todos con sus palabras. Es estudiante de primaria en Pasquillita, una de las nueve veredas de la localidad de Ciudad Bolívar, que se extiende sobre 75 metros cuadrados, al sur de Bogotá, a los pies del páramo de Las Mercedes.
Él es uno de los chicos que en plena cuarentena, espontáneamente, esculcó los libros de su casa para luego compartir con los vecinos sus pasajes favoritos a través de los dos parlantes con los que cuenta la comunidad para sus anuncios parroquiales, como parte de la iniciativa ‘Voces de familia en la ruralidad’, que comenzó el 30 de marzo y que hace parte de la estrategia #BibloRedEnMiCasa de BibloRed.
Así, junto a los avisos que informan sobre fallecimientos, jornadas de vacunación, consejos de autocuidado en cuarentena y tips para lograr mejores cosechas, se cuelan decenas de audios cortos en los que voces como las de Dylan narran historias.
La iniciativa nació de la mano de Vielsa Marroquín, una educadora nacida en este territorio que desde niña sintió el llamado de su vocación como educadora. En aquel entonces, cuenta, en su vereda no tenía cómo acceder a educación secundaria. Con 11 años se marchó a zona urbana de Bogotá y mucho tiempo después regresó convertida en licenciada en educación básica con énfasis en lengua castellana.
Pero siempre quiso regresar al lado de los suyos. Y hoy es el rostro detrás de la Biblioteca Público Escolar Pasquilla, que este 8 de junio celebra dos años de fundación y es una de las dos rurales que integran la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá, BibloRed. La otra está ubicada en Sumapaz.
Parada frente al reto enorme de no alejar de la biblioteca a los habitantes de esta zona, en tiempos en que nos exigen no salir de casa, Vielsa comenzó a reflexionar sobre cómo reinventar el lugar en plena cuarentena. En ese camino tropezó con Nirza Morales, líder de la Biblioteca de Sumapaz, y juntas comenzaron a explorar posibilidades para poner la tecnología al servicio de ese propósito.
“Nos propusimos aprovechar las posibilidades de las notas de voz”, recuerda Vielsa. Las dos bibliotecarias comenzaron entonces a grabar relatos con sus propias voces para continuar con su labor de promoción de lectura y facilitar el acceso a la información; y los compartían a través de WhatsApp.
Avivaban así el poder de la palabra, la soberbia tradición del relato oral. Porque como bien lo escribió el cronista Alberto Salcedo Ramos, “una palabra bien dicha desarma al enemigo, acerca al que se encuentra lejos, abre puertas clausuradas, alegra al que está triste, apaga los incendios alevosos”.
Pronto advirtieron que sus comunidades querían sumarse a la tarea. Hoy, al teléfono celular de la biblioteca de Pasquilla llegan audios que bien pueden narrar un pasaje de Harry Potter, de Caperucita Roja o la Cenicienta, un poema, retos para distraerse en casa, adivinanzas, una receta para cocinar arepas al mejor estilo campesino o la fórmula para preparar los remedios caseros de las abuelas para aliviar resfriados.
Llegan en voces como las de Ayelena Vilar, a quien le encanta leer cuentos infantiles. O las de John Edinson Chibalá, Dilan Vargas o los hermanos Nicolás, Alejandra y Mariana Ladino, que comparten audios en los que, gracias a entrevistas con los adultos mayores, las cerca de 70 familias que habitan Pasquillita aprenden sobre la historia de la vereda o sobre juegos tradicionales como el tejo, la coca, el trompo y el lazo.
Otras veces, los abuelos se vinculan con sus propias grabaciones. Relatos cargados de saberes campesinos en una vereda, distante a solo 13 kilómetros del casco urbano de la capital del país, que durante años ha dedicado sus tierras al cultivo de alimentos como papa, arveja, habas, hortalizas, cubios, ibias y chuguas.
Los relatos de grandes y chicos se comparten, de lunes a sábado, a las 5 de la tarde, en cápsulas que no pasan de los cuatro o cinco minutos. Siempre ayudados por don Fredy Alma, tendero y líder comunitario de la vereda, quien desde el equipo de sonido de su negocio se encarga de amplificar las voces de su comunidad. “Los niños están muy entusiasmados, quieren grabar, quieren escucharse. Es un modo de educación nuevo”, asegura don Fredy.
Este uso insospechado de WhatsApp ha trascendido de otras maneras. “Como los niños no pueden acceder por estos días a la biblioteca para hacer sus tareas y consultas, yo se las mando por ese medio. A veces incluso les descargo videos con información más completa. Así ellos sienten que la biblioteca les sigue perteneciendo”.
Es que, para Vielsa, una biblioteca rural es lo más cercano a un “oasis en medio del desierto. Una oportunidad que tenemos los campesinos para acceder al conocimiento, pero sin perder nuestra idiosincrasia, nuestra cultura. Voces de familia es una estrategia de las bibliotecas públicas escolares de Pasquilla y Sumapaz que busca llevar la lectura a cada familia campesina de los territorios rurales mediante a través de literatura infantil y juvenil, crónicas, ensayos, cartas, textos informativos sobre la actual pandemia”, asegura Vielsa Marroquín.
Ya varios vecinos le han preguntado sobre la suerte de esta iniciativa cuando pasen los malos días y la biblioteca abra de nuevo sus puertas. Vielsa, que cree como nadie en el poder las palabras, ya dio la suya y se comprometió a no dejar morir la estrategia. Para que todos se sigan escuchando. Para que todos sigan aprendiendo.